La Ciudad Amurallada de Kowloon solía ser el espacio urbano más densamente poblado del planeta, con más de 33.000 personas -algunas estimaciones superaban los 50.000- viviendo apelotonadas en 2,5 hectáreas (como referencia: la Plaza de la Constitución mide 1 hectárea. La densidad de población en Kowloon era de casi 1.300.000 personas por kilómetro cuadrado; la de Santiago centro es de 8.600, casi 150 veces menos), con sus propias organizaciones, consejos, servicios, fábricas, pozos y jardines.
Una masa de edificios tan espesa que la mayoría de sus habitantes vivía esencialmente sepultada y las calles -que median 1 o 2 metros- tenían que ser iluminadas día y noche con tubos fluorescentes, Kowloon se comenzó a formar sobre una antigua fortaleza en Hong Kong a fines del Siglo XIX, cuando Inglaterra tomó posesión de la zona, y agarró vuelo durante la II Guerra Mundial, a medida que recibía refugiados de la invasión japonesa de China. Ni los chinos ni los británicos fueron capaces de controlarla, por lo que la ciudad cayó bajo control de las Tríadas (mafias chinas); la policía de Hong Kong solo entraba muy de cuando en vez, y siempre en grupos enormes para realizar ataques relámpagos y luego apretar cachete; recién en 1983 pudo ser recuperado el control.
Para cuando fue ordenada su demolición en 1987, la ciudad era una maraña de pasarelas, escaleras, túneles secretos y departamentos dentro de departamentos; era tan intrincada que se podía recorrer completamente sin jamás tocar el suelo, y los visitantes necesitaban guías para no perderse. Tomó casi 6 años desalojarla, y finalmente fue demolida en 1994, dando paso al Parque Kowloon.
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