En la década de 1890, la Compañía de Trenes de Texas andaba urgentemente necesitada de reconocimiento para atraer pasajeros, encontrando nada mejor que hacer que provocar que dos locomotoras chocasen entre ellas para incentivar a la gente a viajar en sus trenes. Para orquestar el asunto, contrataron a un sujeto casualmente llamado William Crush, quien propuso no solo hacer chocar los trenes, sino que construir una ciudad completamente falsa en el lugar de impacto y llenarla de turistas.
El día del espectáculo, el pueblo ficticio de Crush se transformó en la segunda ciudad más poblada de Texas, mientras que los trenes en cuestión viajaban por el estado promoviendo el evento. Tras acelerarlos a su máxima potencia y dejarlos en ruta, los maquinistas saltaron de las locomotoras, las que impactaron con tanta fuerza que no solo se hicieron pedazos, sino que el repentino incremento de presión hizo que sus calderas explotaran tan intensamente que cientos de personas -algunas a casi un kilómetro de distancia- sufrieron daños graves causados por esquirlas de metal y piezas mecánicas voladoras (uno de los fotógrafos a cargo de documentar el asunto resultó con un tornillo clavado en un ojo, luego de que este atravesara por completo su cámara).
Crush fue despedido ese mismo día... solo para ser re-contratado un día después, luego de que explicara a los propietarios que todo el asunto podía ser vendido como una lección sobre la importancia de la seguridad en los trenes. Las ventas de pasajes explotaron.
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